20051213

La pintura inteligente: Apuntes sobre la obra de Miguel Castro Leñero

La pintura inteligente


Desde que Miguel Castro Leñero presentó Pinturas y Dibujos en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO) en 1994, tuvieron que pasar 11 años para que se pudiera apreciar una exhibición individual de este artista egresado de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”. Ahora lo hace en Bodega Quetzalli con Casa Intervenida.

Casa Intervenida es un ejercicio que hurga en la imagen más arquetípica de casa, para desplegarla de forma elemental, y así establecer un lenguaje a través del icono. Hacerlo no ha sido simple. Por un lado, porque significa un reto sacar de su contexto una imagen tan convencional; y por otro, porque es un análisis que replantea a la casa como una estructura que se va rehaciendo o remodificando. Por eso, Casa Intervenida es un espacio humano personal que, a pesar de cierto amortizaje, está sujeto a modificaciones dentro de su mismo ámbito conceptual.

Castro Leñero siempre ha buscado crear formas poéticas que trasciendan el sentido convencional de la imagen y su espacio. Su más reciente muestra en Bodega Quetzalli no es la excepción. Y aunque la obra ha sufrido ciertos procesos que han ido modificando el planteamiento de un concepto inagotable, su estrecha vinculación con lo perceptivo puede definirse dentro de un mapa mental que llevamos en la cabeza y que no hace otra cosa que desintegrar el plano que queda almacenado en nuestra memoria.

La muestra la integran una serie de dibujos, óleos y arte objetual: dos piezas tridimensionales hechas en madera de cimbra intervenidas con agarraderas y alambrón, que el mismo planteamiento le fue exigiendo, pero que, a decir de Castro Leñero, “cumplen con un discurso estético dado por el entendimiento de la lógica del objeto”.

Trabajar la línea y el color a partir del planteamiento fermentado por la imagen arquetípica ha sido una suerte de deconstrucción de ésta para luego ensamblarla de diferentes maneras, como él mismo lo subraya: “que las ventanas no coincidan o los cimientos estén movidos o no sean estables, es una metáfora que alude al ser humano, a nuestra falta de estructura personal y a nuestra debilidad”.

Bien dijo Alberto Blanco de la obra de Miguel Castro Leñero: “Sin el horizonte convencional de la pintura —a la vez reconociendo que toda pintura no es sino una convención— cada presencia confirma aquí la fe en un orden natural, simple y terreno”. Fiel a lo anterior, Castro Leñero sigue sus ya firmes directrices de construcciones estéticas simples y elementales, como lo ha hecho con los registros mentales de montaña, nube, flor, etc., pero ahora alude al color de una manera más rigurosa, quizás en respuesta a una consciencia más amplia y compleja en la que el ejercicio no es la pintura por la pintura sino como él mismo ha sentenciado: “un ejercicio que busca impregnar la pintura de una sustancia inteligente”.

Este trabajo, en el estricto sentido, no es inventivo. Es la reedición de formas provocadas a partir de investigaciones formales sobre lo existente como símbolo, en busca de establecer, en una suerte de ciencia de la forma y el concepto, replanteamientos examinados por el rigor de la poesía y la estética.

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