20051213

Charla con Francisco Toledo


Charla con Francisco Toledo

Hasta que lo conocí en Oaxaca y observé a fondo su trabajo tuve oportunidad de corroborar lo que la crítica alguna vez había escrito acerca de Francisco Toledo: “Es un artista lujurioso y tierno, primitivo y civilizado”. Yo pensaba, ¿qué clase de ser puede comulgar con semejantes afirmaciones? Pero sí, aparte de ser uno de los artistas e intelectuales contemporáneos más importantes y representativos, y un incansable luchador para la preservación del patrimonio y la generación de espacios, su obra ha sabido integrar el discurso de las vanguardias europeas con la tradición más autóctona, yendo y viniendo de la ruptura y la continuidad de la cultura indígena como máximas de su producción, aunque siempre ha sido un creador autónomo a movimiento cualquiera.
Como preámbulo y a manera de resumen breve diré que Francisco Toledo nace en Juchitán, Oaxaca, en 1940. A los diecisiete años estudia en la Ciudad de México en el Taller de Grabado de la Escuela de Diseño Artesanías del Instituto Nacional de Bellas Artes. Sus primeros grabados los realiza en Oaxaca, en el taller de Arturo García Bustos. En 1960 viaja a París en donde permanece 5 años. En 1964 expone por primera vez en la ciudad luz, y un año después regresa a México para trabajar en su pintura, grabado, escultura y cerámica, así como en el diseño de tapices que realiza con los artesanos de Teotitlán del Valle, Oaxaca. En 1977 se instala en Nueva York, EUA, por una corta temporada, ciudad a la que regresa en 1981 para concentrarse en la cerámica.
En 1983 presenta en la Galería López Quiroga el libro El Inicio, con grabados originales, y en 1986 la exposición Lo que el viento a Juárez, la cual fue exhibida en 1996 en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO). En 1997 es presentada la muestra Francisco Toledo/La Fragilidad del Alma en la XLVII Bienal de Venecia, Zoologie Fantastique en el Centro Cultural de la Embajada de México en París e Insectario 1995-1996 , nuevamente en el MACO. En agosto de 2001 Toledo se traslada a Los Ángeles, California, EUA, con la intención de pintar durante un año, producto de ello fue la exhibición Francisco Toledo/Pintura Reciente, en julio de 2004, teniendo como sede Galería Quetzalli, en Oaxaca, mismo espacio donde en junio de 2005 mostró Informe para la Academia, su más reciente trabajo gráfico inspirado en el título homónimo de Franz Kafka donde éste narra la historia de un gorila que se transforma en hombre no para alcanzar la cima de la condición animal, sino para encontrar una vía de salida para su incómoda posición de enjaulado. Esta última muestra da cuenta del interés de Toledo por abrevar de la literatura, como anteriormente lo hizo con Jorge Luis Borges y el casi centenario, Andrés Henestrosa.
Durante varios años Toledo ha impulsado la creación de espacios destinados al arte y la cultura: La Casa de Cultura de Juchitán, El Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, El Instituto de Artes Gráficas, El Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, La Biblioteca para Ciegos Jorge Luis Borges, El Cine-Club El Pochote, La Fonoteca Eduardo Mata, El Jardín Etnobotánico, El Patronato Prodefensa del Patrimonio Natural y Cultural del Estado de Oaxaca (Pro-Oax) y, recientemente, lo que será su más grande proyecto: El Centro de Artes de San Agustín, en la comunidad del mismo nombre, en Etla, Oaxaca, que estará listo antes de finalizar 2005 y será una de las más importantes sedes para la formación de artistas en el país.
Para propios y extraños ya es común verlo caminar todas las mañanas por el centro de Oaxaca, con las manos en la bolsa y sus zapatos desamarrados —ya casi no usa huaraches—, en mangas de camisa y con un pantalón de manta o gabardina; con su cabello alborotado y la barba medio crecida. Así es Francisco Toledo, un genio carente de pretensiones que, a pesar de dar entrevistas casi todos los días, sigue siendo tímido cuando alguien le acerca una grabadora de mano para preguntarle algo, cualquier cosa, o lo hace sujeto de una fotografía —a veces hasta se echa para atrás y mira al cielo como clamando un poco de paz.
Pero hubo un tiempo en que hacia exactamente lo mismo sólo que en un escenario distinto: la ciudad de México. Así que, sentados “en la sombrita”, en una mesa del patio del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), Francisco Toledo relata cómo fueron esos días en la ciudad más grande del mundo y surrealista por antonomasia.
Él narra: Cuando llegué a la ciudad de México, viví en Obrero Mundial, cerca del parque del Seguro Social, donde radicaba toda una colonia de gente de Ixtepec, Oaxaca. Yo caminaba por esas calles siempre sólo porque los paisanos no compartían los mismos intereses; ellos acostumbraban a charlar de fútbol y a mí eso no me interesaba, y con el mundo de la intelectualidad no me relacioné con nadie porque era tímido, muy inseguro de mí mismo.
Yo inicié la secundaria en Oaxaca, pero al llegar a la ciudad de México tuve que recomenzarla porque los planes de estudio eran distintos y debía álgebra de segundo año. Ya tenía 17 años y tuve que estudiar con niños de 12 o 13 años. Recuerdo que esa secundaria estaba en avenida Izazaga, cerca del Claustro de Sor Juana Inés. Esa área, a pesar de que había muchas prostitutas y bares, era muy bonita.
Me gustaba mucho caminar por San Juan de Letrán (Eje Central) hacia el Zócalo, aunque también tendía mucho a ir a la Zona Rosa porque yo expuse por primera vez en la galería de Antonio Souza, que estaba por ahí, pero también porque estudiaba italiano en el Instituto Dante Alighieri, ya que había decidido viajar a Europa y estudiar en Roma, Italia, pero una vez ahí me trasladé a París, Francia.

A.M.: ¿Qué personajes estuvieran cerca de Francisco Toledo durante su estancia en la ciudad de México y qué le dejaron?

F.T.: Los personajes que más influyeron en mí fueron los artistas que yo encontraba en el taller de la Ciudadela, Emilio Ortiz, Luis López Loza, Alberto Gironella. Pero como yo no hablaba mucho, me dedicaba a escuchar sus conversaciones y a observar todo lo que podía de ellos, de algún modo todo eso me ayudó.

A.M.: ¿Cómo percibe ahora a la ciudad de México?

F.T.: La ciudad de México para mí no significa mucho afectivamente porque las zonas donde yo viví ya desaparecieron, ahora hay puros edificios, además como vivía entre el viaducto en una zona clasemediera sin chiste no hubo nada sentimental. Pero la parte que sí me ha tocado es el Centro Histórico, porque cuando tenía cinco años me enfermé de la garganta, de un quiste o de los bronquios, no recuerdo qué cosa era, así que tuvimos que ir a la ciudad para tratarme. Nosotros vivíamos en la colonia Guerrero, pero teníamos unos familiares que vivían atrás del Palacio Nacional y seguido íbamos a verlos. Recuerdo que caminábamos por San Fernando por la calle que pasa detrás de La Alameda. Eso es lo que recuerdo: la vida de los vecindarios, por eso siempre que voy a la ciudad de México aprovecho para ir al Centro Histórico, porque me mueve, me toca.

¿De qué manera marcó su desarrollo creativo su estancia en el Distrito Federal?

F.T.: Bueno, yo viví en el Oaxaca de los cincuenta que en realidad era un mundo cerrado porque no se veía nada más allá de Monte Albán, Mitla y la arquitectura colonial; y aunque de repente llegaba alguna exposición itinerante y pude ver aquí los primeros cuadros de Diego Rivera y Doctor Atl, en la Escuela de Arquitectura, realmente las únicas enseñanzas artísticas estaban en las iglesias y el arte popular. Pero al llegar a la capital del país todo cambió, empecé a conocer el trabajo de los muralistas y lo que se exhibía en las galerías y museos. Eso también me dio la oportunidad de conocer a gente con las mismas inquietudes que yo y a través del diálogo y la convivencia en los talleres me aportaron mucho, así que, aunque breve la ciudad de México fue muy importante para después llegar a Europa.

A.M.: ¿Una vez qué regresó de Europa cuáles fueron sus preocupaciones inmediatas?

F.T.: De regreso de Europa llegué directo a Juchitán y comencé a retratar mi entorno; luego fui a Teotitlán del Valle, Oaxaca, para trabajar tapetes con diseños y colores distintos a los tradicionales.

A.M.: ¿Y cómo comenzó el interés de Francisco Toledo por crear espacios culturales y artísticos?

F.T.: Todo comenzó porque decidí crear una colección de arte, prehispánico principalmente. Más tarde, gracias al apoyo de mucha gente involucrada, se pudo echar a andar La Casa de Cultura de Juchitán, un cineclub, bibliotecas para niños y adultos, y una revista. Ese fue el inicio de lo que se ha hecho en Oaxaca, pero también fue gracias a que mi obra comenzó a subir de precio y eso me permitió comprar esta casa y buscar otro tipo de apoyos, siempre más ligados a lo federal que al Gobierno del Estado.

A.M.: Con todos esos espacios las nuevas generaciones tienen ciertas ventajas pero, ¿qué pasa con las generaciones posteriormente inmediatas a Rufino Tamayo, Rodolfo Nieto, Francisco Toledo y Rodolfo Morales?

F.T.: Los pintores de Oaxaca tienen un espíritu y una sensibilidad común: un sentido del color y la textura que los distingue inmediatamente de otros pintores. Quiero creer que es algo natural y no una impostura o la repetición de una formula que tiene éxito comercial. Sin embargo habrá que ver a la distancia a las nuevas generaciones, a los jóvenes y no tan jóvenes, para ver qué va a pasar con ellos. Aun así, es imposible negar lo parentescos y creer que uno nace de la nada puesto que todos los que están cuestionándose lo que hacen y buscando nuevas formas de discurso tenemos un cierto aire de familia.

A.M.: ¿Es real que muchos artistas oaxaqueños siguen cierta fórmula estética para satisfacer sus necesidades comerciales y no sus procesos creativos?

F.T.: Bueno, hay un mercado para este tipo de obra así como hay un mercado para alebrijes y barro negro, así que no le veo lo negativo a que alguien pueda vivir de retomar estas características porque se aceptan casi a ojos cerrados. Pero no sé, (suspira)… cada quien con su consciencia y su artesanía, aunque no creo que las obras de un Sergio Hernández o un José Villalobos se vendan como si fueran alebrijes. Lo cierto es que sí hay obras de algunos artistas que entran en un mercado fácil porque lejos de observarse la firma se venden porque presentan los colores tradicionales del arte oaxaqueño: el rojo, el cobalto y el ultramar que tanto uso Tamayo. Para mí también ha significado una lucha deshacerme de ciertas fórmulas así que sería pretencioso decir que mi trabajo podría ser ejemplo para futuras generaciones.

A.M.: ¿Y qué pasa con los más jóvenes, las generaciones que están usando otro tipo de medios y técnicas para crear?

F.T.: No he tenido oportunidad de ver más allá de Demián Flores, pero ya para abajo no sé qué esté pasando, pero pasaré a ver la muestra de arte joven que se exhibe en MACO (TodoTerreno). Pero creo que es normal que los más jóvenes presenten en sus obras otras preocupaciones puesto que están viviendo otras influencias y otra apertura que nosotros no vivimos; de hecho yo tengo dos hijos que no pintan alebrijes: Jerónimo (Doktor Lakra) y Laureana Toledo, (ambos hijos de su ex esposa, Elisa Ramírez a quien conoció en 1968 tras haber llegado a Oaxaca huyendo de la persecución de Tlatelolco), ellos son artistas que sus obras no tienen que ver con lo que hago, sin embargo, como nacieron en el Istmo y crecieron en esta casa (el IAGO) rodeados de mi trabajo, están ligados a Oaxaca.

A.M.: ¿Pero cómo es que se dio la efervescencia que en los últimos años ha colocado a Oaxaca en la mira del mundo del arte? ¿Será acaso Oaxaca, después del Distrito Federal, la sede del arte más importante del país?

F.T.: Entre más tendencias e inquietudes haya más oportunidad tendremos todos de alimentarnos de lo que está llegando a Oaxaca. Pero esa efervescencia es el resultado de que Sergio Hernández, Luis Zárate, José Villalobos, Rodolfo Morales y yo, llegamos a vivir aquí y empezamos a crear la atmósfera Oaxaca, seguida de apertura de espacios gracias a los cuales se pudo traer obra e información que antes era imposible de apreciar o consultar en el estado; ahora no es necesario salir para tener conocimientos amplios del arte, pero sigue habiendo limitaciones porque, a diferencia de Guadalajara y Monterrey, en Oaxaca no contamos con las instalaciones para recibir y resguardar colecciones de grandes museos.

A.M.: ¿Qué me dice del éxito?

F.T.: El éxito no vino de la nada, todo fue pasito a pasito, pero sin duda el éxito de mi trabajo ha ido beneficiando a las instituciones que constantemente están creciendo. Pero el éxito no es mi culpa.

A.M.: ¿Persiste la búsqueda de nuevas formas y medios en su creación?

F.T.: La búsqueda sigue manifestándose en mi trabajo y si alguien pregunta por ella ahí (su obra) la puede encontrar.

A.M.: ¿Qué hubiera pasado si Francisco Toledo no hubiera hecho lo que ha hecho por el arte, la cultura y el patrimonio de Oaxaca?

F.T.: Seguramente alguien más lo hubiera hecho porque tanto los buenos ejemplos como los malos se reproducen, así que yo creo que el buen ejemplo de Rufino Tamayo, habiendo comprado una colección de arte, creado el Museo de Arte Prehispánico y el asilo de ancianos, son cosas que se tienen que repetir porque esa buena intención siempre acompaña a los artistas. Ahí está también el ejemplo de Pedro Coronel o de Felguerez en Zacatecas, así que si no hubiera habido Toledo hubiera habido Pérez o López u otro.

A.M.: ¿Francisco Toledo ha pensado qué pasará con esos espacios que ha impulsado cuando ya no esté?

F.T.: Sí lo he pensado porque sucede con muchos artistas que al morir hay un desinterés por sus espacios, ya que si no dejan el dinero y a la gente indicada pueden venirse abajo. Por eso conforme pasan los años hay que ir preparando todo para dejar los dineros, porque uno no sabe si los hijos o los familiares se van a interesar o no, o quizás habrá que buscar amigos que formen fundaciones para que se proteja la obra y la hagan crecer; en México hay muy pocos casos de instituciones particulares que crecen aun sin estar el que las inicio. También habrá que dejar las propiedades en orden en términos legales para que luego no vengan las viudas, los hijos o los medios hijos a pelear las casas o las colecciones (risas)… Pero espero tener un tiempo para meditar bien y tener todo en orden antes de decir adiós.

Con esa última respuesta y moviendo sus brazos de un lado a otro Francisco Toledo dio por terminada la entrevista.

Aquí una animación de la obra de Francisco Toledo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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