Lo que les voy a contar sucedió hace mucho tiempo… con esa línea comienza Natalia Toledo (Juchitán, 1967) su más reciente trabajo literario, La muerte pies ligeros (Fondo de Cultura Económica, 2006), un cuento presentado recientemente en Oaxaca, acompañado de las ilustraciones de Francisco Toledo que lo inspiraron.
Acaso estas mismas lineas sirvan de preámbulo para una conversación en la que Natalia habla de una infancia dividida entre el Juchitán de la séptima sección y la ciudad de México; de su familia, del encuentro con la poesía y de sueños tanto como de miedos.
Háblame de La muerte pies ligeros, ¿por que crear (escribir) a partir del trabajo de Francisco Toledo?
Fue una invitación expresa del maestro Toledo. Me enseñó unos grabados de la muerte brincando con distintos animales y para mí fue una gran alegría aunque las imágenes me provocaron cierta violencia. En el cuento (escrito en zapoteco, pero traducido a español, mixe, mazateco, mixteco y chinanteco) gana el chapulín pero es una ilusión porque uno ante la muerte siempre sucumbe.
Pareciera que el cuento está dirigido para niños, ¿es así?
Sí, fue pensado para niños, pero es un cuento que pueden disfrutar los adultos porque es muy gozoso, es medio lépero y tiene una carga poética —no pude evadirme a mí misma, fue mucha la tentación de crear imágenes—. En él hablo del pito y la changada, aunque siendo reales los cuentos infantiles están pensados para que los niños aprendan algo, así que usar la referencia del pito a mí me parece bellísimo porque existe en la obra de mi papá y yo crecí en medio de pitos de ranas y lagartos. Además, como es un trabajo de ambos sí podemos apelar a eso, ni modo, así somos y así somos en general los istmeños, nombramos las cosas sin miedo.
¿La muerte pies ligeros guarda alguna relación con Los hombres que dispersó la danza, de Andrés Henestrosa?
La traducción de la memoria colectiva que hizo Andrés Henestrosa no puede tener una relación con La muerte pies ligeros. Él lo que hizo fue escribir en sus propias palabras, esas historias, que también se sabía mi abuela y me las contaba. La muerte pies ligeros sí surgió a partir de los grabados de Toledo y en ese sentido es original porque uno se sienta a escribir con toda la información que tiene, con todo lo que ha visto, escuchado y leído.
¿Para quién es la poesía que escribes habiendo tan pocos lectores, sobretodo en lenguas indígenas, tiene caso hacerlo?
El gran reto de los escritores que escribimos en lenguas indígenas, y yo diría que de cualquiera que escribe, es buscar lectores, pero no hay lectores ni siquiera en español, los mismos que escribimos somos los que consumimos la literatura que hacemos. Todo lo que yo hago no van a tener sentido si no consigo que me lean en mi lengua, sobretodo en lado sentimental porque cuando uno se traduce está buscando a los otros, pero si el IEEPO y el FCE no logran llevar esos libros a las zonas donde se hablan esas lenguas el esfuerzo no habrá valido la pena.
Natalia recuerda: Cuando yo era niña mi vida transcurría en la séptima sección y las horas de escuela eran el único momento en el yo escuchaba el español; entrar de golpe, sin ningún proceso a esa lengua, fue un choque que me creó muchas inseguridades a la hora de hablar y escribir. Pero yo llegó ahí (a Juchitán), tiro mis chanclas e inmediatamente reanudo un diálogo con todo ese mundo, sin embargo, me hubiera encantado que el proceso de cambiar de idioma fuera gradual.
¿Cómo comenzaste a escribir poesía?
Yo escribo desde los 11 años, intentaba escribir versitos dedicados a mi papá porque yo veía que cuando le llegaba la correspondencia en París, la leía y luego la hacía cachitos, fuera de quien fuera. Entonces yo me propuse escribirle cartas interesantes, para que no las rompiera, donde la palabra tuviera un peso y supiera quién era yo, qué pensaba y qué sentía, si había llovido o si había ido a una exposición, porque ir a ver arte era como ir a verlo a él, era como estar cerca de él.
¿Por qué es la poesía de Rocío González y Natalia Toledo la única que da la cara en un marco nacional e incluso internacional?
Será porque tenemos muchos años haciendo lo mismo, pero siempre nos relacionan porque somos amigas, es como una hermana para mí, además ella es la primer persona que leyó un poema mío.
De eso dan cuenta un par de encuentros. El primero de ellos fue en la ciudad de México, en un ciclo de literatura, política y pintura juchiteca, llevado a cabo en El Juglar, donde Natalia pudo escuchar por primera vez a Rocío González.
De todos los que estaban ahí la única que me pareció brillante y me conmovió por la tristeza de su poesía fue ella. Recuerdo que dijo: Quiero pedir una disculpa porque lo que voy a leer no es festivo y empezó a leer sobre la muerte, por eso me identifiqué con ella, porque a pesar de que somos muy eufóricas también somos muy melancólicas, siempre estamos extrañando algo, quién sabe qué, pero nunca estamos completas.
El segundo momento fue en un evento, ahí fue donde iniciamos un diálogo que no ha terminado aún. Más tarde le mostré mis primeros poemas, me dio su aprobación y casi me para en el zócalo para gritarle al mundo que era poeta. Así comencé, luego debuté en el Palacio de Bellas Artes, en 1984, en una lectura de poesía oaxaqueña.
¿Hay alguien que valga la pena leer en Oaxaca?
La poesía como un movimiento en Oaxaca se observa desarticulado. A pesar de que se habla mucho de pintura, creo que hay buenos escritores.
¿Quiénes?
(Silencio… piensa). Está… Azael Rodríguez… (silencio)… no tengo idea, no veo el conjunto pero los que tenga algo que decir lo van a seguir diciendo. En realidad no sé que nos falta, pero sí he escuchado voces interesantes como la de Luis Manuel Amador, él me da mucha esperanza, me parece de una limpieza y una fuerza increíbles, sin embargo ha habido buenos músicos y buenas cocineras; yo crecí con la poesía de Nazario Chacón, quien me parece el más pulcro y ambicioso de todos los poetas que ha dado Juchitán.
¿Qué piensas del erotismo y la poesía, crees que sea una influencia de familia?, porque tu papá pone a fornicar chapulines con sapos.
Soy muy juguetona, mi erostismo tiene que ver con la sensualidad, con mi ser escorpión, porque somos puro deseo, entonces tiendo a imaginarme cosas y descubro que a veces estoy pensado en algo muy erótico. Pero también tiene que ver con mi infancia en Juchitán, en el sentido de que ahí la gente suda, se quita la ropa; todo ese calor que te arroja vivir hacia afuera, estar en contacto con los otros y además dormir juntos en espacios tan reducidos, donde todos escuchábamos nuestros cuerpos.
Recuerda: Todo eso me hace pensar en la vida en la casa de mi abuela, cuando dormíamos como pescaditos en el petate varios primos, la vida era ahí, éramos juntos. Esa una de las cosas que más tristeza me da, que se nos olvido a todos que la vida éramos juntos. Olvidamos esta idea de las juchitecas de ir a buscar fortuna, de ir a trabajar —aunque yo soy una mala reproducción, pero mi mama y mi abuela trabajaban mucho—. Recuerdo que todas regresaron enfermas, sin nada, a morir de donde partieron: los brazos de mi abuela, esos brazos que ya no existen, porque mi abuela se murió el año pasado y ya no hay quien nos reciba, por eso me queda esa sensación de que la vida éramos juntas. Porque mi abuela y mi mamá eran gente que se atrevió a vivir sin ninguna atadura, eran libres y nunca les interesó quedarse con un hombre. Yo creo que por eso no me he casado.
¿Y no te gustaría casarte?
Me gustaría casarme sólo para bailar el mediu xhiga, (son de cooperación en las fiestas de bodas de juchitán)
¿Pero te ves como madre?
Creo que sería una excelente mamá, pero por alguna razón, consciente o inconsciente, uno va acumulando miedos e inseguridades y realmente, como yo viví con mujeres que tenían hijos, cuyos padres estaban quién sabe donde, me da terror ser madre soltera. No es una suerte que me gustaría correr pero tener un hombre las 24 horas tampoco me gusta. Estoy bien como estoy.
¿Entonces tú a quién le vas a contar todas esas historias?
Es cierto, así es como se transmite la memoria, la oralidad, pero tengo sobrinos y hermanos más pequeños, Benjamín, cuando se deja, le cuento cosas, pero también las escribo y si corro con suerte me las publican y encuentro lectores.
Laureana Toledo, Doctor Lakra, Natalia Toledo son artistas, en ese sentido ¿es una bendición o maldición ser hijo de Francisco Toledo?
Las dos cosas. En mi caso no sabía bien lo que hacía cuando escribía, mi relación con la palabra no nació de las cosas que me contaban o de haber ido a una escuelita donde contaban cuentos, sino porque me quedé sola; a los ocho años me fui a vivir a la ciudad de México con mi abuela paterna con la que yo había convivido muy poco, fue ahí que escuché todo mi ruido interno: me apague por fuera y me metí en todo lo que había absorbido, vivido y querido. Por eso esperaba todos los días a que llegara la noche para poder cerrar los ojos y meterme en Juchitán, a través de la memoria, y todas esas cosas un día salieron en forma de poemas, de reclamo, de añoranza, de tristeza, de jocosidad. De esa soledad nació todo, fue para sobrevivir, lo cual no me parece un mérito, pero estás hablando con una sobreviviente. Sin embargo, a pesar de ser hija de Francisco Toledo, no hay que olvidar que mi mamá no es artista y que su participación en mi vida fue más importante, porque ella estuvo, y mi padre era una presencia intermitente que me daba libros, música, viajes y la oportunidad de conocer a algunos escritores y pintores.
En uno de esos viajes, recuerdo que a los 10 años mi padre me llevó a ver un cuadro de Kasimir Malevitch, que me fascinó por su simpleza, yo le dije a mi papá que cuál era el chiste de ese cuadro, que me parecía tan simple que cualquiera lo podía hacer. Él me dijo que el grado de dificultad de una pieza no importaba, y que ese cuadro estaba ahí porque su autor (Malevitch) se atrevió hacerlo.
¿Existe nepotismo en la entrega de premios y becas?
A mí lo que me ha tocado ver, porque he sido becaria, es que por supuesto que la gente que está ahí beneficia a sus amigos y aunque no debería de ser así, así es como funciona.
¿Qué piensas del alcohol, de la bohemia?
Como dice Alí Chumacero: Todos los poetas están mal de la cabeza. Hay demasiadas normas y los poetas se saltan muchas, a veces fuera de la realidad porque es muy triste y nefasta y hay que reinventarla. Los poetas somos mucho de hablar, inventar y contar nuestras cuitas y sí reunirnos a beber, pero no necesariamente.
¿Qué piensas de que Felipe Calderón ganó las elecciones para presidente de la República?
No pude creer que haya perdido AMLO, es un problema de ignorancia y de manipulación televisiva, incluso con los resultados que estaba dando de a poquito el IFE: fue un fraude. Me parece increíble que en un país de jodidos hayan votado por él (Calderón). Se orquestó, creo que Fox, el IFE, las televisoras, la oligarquía de este país, puso a trabajar sus tentáculos en todas sus esferas para cambiar la percepción de la gente: lo inflaron, porque (Calderón) es un candidato insípido, sin personalidad, sin proyectos y muy autoritario. Es una pena que haya ganado porque este sistema sólo ha traído beneficios para unos cuantos y pobreza para muchos millones de mexicanos, así que esta desigualad sí me asusta. Tenemos que organizarnos para hacer que cambie este país porque se puede oler el sentimiento de un pueblo, de toda la gente que me encuentro en la calle y en los mercados, todos estábamos apostando por un cambio porque es obsceno y jodido que la riqueza esté concentrada en unos cuantos; yo me pregunto si les va a dar tiempo de gastarse todo ese dinero antes de que se los lleve la chingada.
Natalia Toledo ha publicado Paraíso de fisuras (en coautoría con Rocío González, 1992) y Mujeres del sol, mujeres de oro (Instituto Oaxaqueño de las Culturas, 2002). Fue becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), en lenguas indígenas (1994-1995), y de 1995 a 1996, del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (Foesca). Su obra fue incluida en las antologías Juchitán-Mexikos satd der fraun, Guie’ sti’ didxaza’ (La flor de la palabra), Las divinas mutantes, Palimpsesto y en Toledo: la línea metafórica.