20100413

Últimas anotaciones, de Víctor Quintas


Hay en la lectura de Últimas anotaciones (Tierra Adentro, 2009) de Víctor Quintas un evidente pulso biológico que, sin desprenderse de sus raíces, va tentando nuevos terrenos donde se entrecruzan el relato fantástico y el realismo, ese en el que lo ominoso de sus personajes deja al lector sumido en una suerte de reminiscencia turbia.
Y es que durante largos años a la literatura oaxaqueña le fue difícil dejar atrás la herencia henestrosiana, enrocada entre el mito y la leyenda que funden la cosmogonía indígena y la impostura religiosa de La Conquista. Si bien la tradición oral ha sido piedra angular de la literatura, un sendero ineludible por su vastedad, su impronta permanece aún entre los narradores como una sombra que avanza intentando alcanzar la agonizante luz del ocaso.
En el caso de Últimas anotaciones, su primer libro de cuentos, Víctor Quintas (Oaxaca, 1984) ha creado un mapa personal donde pastorea lo inmediato: lecturas, obsesiones y viajes. Además, como un apéndice intangible, deambula por esa Oaxaca que todos, de una u otra forma, conocemos: el mezcal, los sitios arqueológicos, el centro histórico, los conflictos sociales, los templos y la cantera verde.
En Azotea, cuento que inaugura el volumen, el autor parece repetirnos al oído que el hombre es un ser de lejanías, de distancias, y que la nostalgia es un ejercicio que salva, así como el personaje, un viejo conserje, desde su azotea intenta salvar a su patria.
En Cambio de tiro, con descollante habilidad, Quintas siembra de inmediato un conflicto que va revelando en dosis calibradas, “figurándose como una presa a la que un cazador ha puesto a tiro”. Es entonces que la inocencia infantil se despeña como la roca floja de una montaña, y lo inesperado ocurre, para amplificar lo enigmático de la llegada a Oaxaca de Moreno, el personaje al que Ramón invita a ir a la Sierra de cacería: “Ramón reconoció en la mirada de Moreno el frío destello que tienen los cazadores”. Acaso la hojarasca húmeda guarde la respuesta mientras cruje bajo los pasos de un cazador furtivo que sonríe porque ha hallado a su presa.
La “bestia de metilendioximetanfetamina” en la que se convirtió una noche de sábado en Madrid, Quintas la narra con detalles precisos en Efecto temporal. “El efecto de las pastillas le hacía percibir con mayor atención los sonidos de los rieles acomodándose en perfecta sincronía, formando una musicalidad imperceptible a los oídos serenos… el ruido de los coches se colaba por las alcantarillas, marcando el compás”. Para Luis, el personaje, la noche es un potro que se desboca a ritmo de Babylon Circus. Poco puede hacer para controlarla una vez subido en ella. “Sabía perfectamente que el efecto del sábado sólo terminaría cuando el sol apareciera por completo”, dice, como una especie de premonición que entraña lo insalvable de la más natural condición humana.
Humo por la ventana guarda ciertas correspondencias con algunos cuentos de Lázaro Covadlo. El eco del pasado doloroso se repite, una y otra vez, en la cabeza de Landero y de Molina en sus fantásticos pero constantes encuentros. “La evocación del pasado lejano ya no guardaba el dulce sabor de la caña, sino que en su paso los alambiques de la memoria, el recuerdo se había convertido en un aguardiente violento que hería el alma”. Los fantasmas siempre están tocando a la puerta, no obstante están dispuestos a salir por las ventanas. Acto que parece decirnos que es tan pueril vivir de los recuerdos como optar por lanzarse al vacío.
Sólo tres de los ocho cuentos que Quintas recopila en Últimas anotaciones están escritos en primera persona. Es en esta inmediatez narrativa donde el autor tiende a abandonar a sus personajes dentro de una realidad ominosa. Tal es el caso de La ruina en el crepúsculo, donde una pareja de turistas canadienses emprende por tierras oaxaqueñas un viaje que culmina en una suerte de expiación. “Era necesario borrar el mundo”, dice uno de ellos. El cuento se vuelve una oscura odisea turística, esa que ninguna guía del Lonely Planet incluirá en sus páginas, puesto que además de los atractivos de la ciudad, retrata a un tipo de personaje común en Oaxaca: el zócalo boy, el cual se convierte en la peor pesadilla de la pareja canadiense, con todo y que el narrador de pronto parece atisbar su atroz destino. “Era como si Dominique y yo hubiéramos descendido a una realidad a la que no pertenecíamos. Recorrí con la vista el kiosco ubicado en el centro de la plaza y los portales que la rodeaban. Por un instante, me sentí tranquilo”.
Hay en Llamada por cobrar dos primos y un perro rottweiler que se toma demasiados atributos. “La familia no se elige… pero la familia es la familia”, asegura el narrador cuando uno de sus primos le pide ayuda. Hay un conflicto y una serie de robos. Hay una narrativa donde el humor salta de pronto a sus páginas convirtiendo a este cuento en un verdadero gozo.
Sin inmutar y Últimas anotaciones son pasajes que deambulan por lo metaliterario, armando su propia estructura para alcanzarse a sí mismos en el tiempo-espacio en que ocurre la acción. Son piezas construidas con precisión. Últimas anotaciones, el cuento que da nombre al libro, Quintas parece resumirlo en una nota que incluye como introducción firmada por Baco Galván, director del periódico que publica la noticia de la muerte del protagonista: Gabriel Varela. Sin embargo, Varela no imagina hacia donde lo conducen sus obsesiones literarias, el texto que está escribiendo, los numerosos detalles de su encuentro con Saturnino Galván. “En ciertos pueblos el mezcal se bebe en grandes proporciones para lograr efectos alucinantes. Tal vez se trate de eso: una fantasía provocada por la mezcla de mis lecturas y el alcohol”, dice el propio narrador, a quien quizá, al final le revele algo su fascinación por la imagen de Saturno devorando a su hijo, pintada por Rubens.
Últimas anotaciones vale como registro de esa narrativa oaxaqueña donde lo local y su contexto actual se hacen presentes como efectos orgánicos de la literatura, que, dicho sea de paso, se reconfigura para abordar ejes temáticos variados, porque las historias de hoy serán, tal vez, los mitos y leyendas de mañana.

Texto publicado en la revista Metapolítica

1 comentario:

Rocio dijo...

Como me gusta mucho la literatura, disfruto de leer a distintos autores cada vez que puedo. Es por ello que muchas veces me quedo en el hostel salta, disfrutando de alguna novela que he obtenido