20090318

Plegarias y blasfemias para no perder la fe


Sólo somos memoria y recuerdo en la cabeza de los demás. Nos fijamos en la mente de los que tengan ganas de acordarse de nosotros. 
VÍCTOR CATA

De los recorridos que hizo por los mares de su memoria, Víctor Cata regresó empapado de nostalgia. Sólo eso, porque no fue a buscar historias, éstas seguían ahí, en el Istmo, como los bereleles, los huizaches, los santos de palo, los ríos. Como la gente que aún sigue adornando las puntas de las sábilas con cáscara de huevo y moños rojos, para la misericordia, según dice Zenona, la personaja de Miedo, uno de los diez cuentos que componen el volumen  Sólo somos memoria.
Víctor Cata, gran lector, quizás sin querer o muy a propósito, no lo sé, en estas historias tendió puentes que comunican con la literatura tradicional de otras culturas. No es casual que en su debut como narrador, el autor busque una voz que valide lo vivido, la memoria a la que apela. De está búsqueda dan cuenta muchísimos escritores, pero no es de mi interés hacer listas. Sin embargo, debo recalcar que para encontrar esa, la esencial voz del escritor, es preciso atravesar caminos de los que, vaya paradoja, lo menos que uno puede esperar, es salir bien librado. Qué otra cosa más pudo hacer Víctor Cata, sino enterrar como historiador uñas y dientes en las entrañas de la cultura zapoteca de su pueblo, Juchitán y encontrar sus correspondencias. 
Emprender la lectura de este libro, que toma como punto de partida las creencias religiosas como un ente explorador de la naturaleza humana a través del mito, nos lleva a plantearnos una pregunta básica: ¿Por qué creemos? Quizás porque la fe recrea el miedo que padecemos al enfrentarnos con todo eso que tememos aceptar de uno mismo y el mito es una suerte de consuelo para digerirlo sin empacho. No me cabe duda que Sólo somos memoria es un ejercicio literario basto que responde a la pregunta. 
Considero que un rasgo distintivo del libro, además de ser bilingüe, es lo que de él se desprende: una suerte de mapa genealógico y un rumbo literario para entender el mecanismo secular de la religión en Juchitán, que dicho sea de paso, ha cambiado mucho, pues cada vez son menos los que se persignan ante San Vicente Ferrer, pues, como narra Víctor Cata en el cuento Abandono del Juramento, el nuevo padre celestial odia a los que caen de rodillas ante ídolos de piedra y palo y quienes los alaben están condenados a habitar el infierno. 
Al leer cuentos como Miedo, Cente Biida’, El Cazador o Santo es imposible no hallar rastros de Doctor Faustus, esa novela de Thomas Mann que narra la historia del compositor alemán Adrian Leverkühn, que hace pacto con el diablo. 
Imposible tampoco es pasar por alto la estructura de Sólo somos memoria, ya que además de incluir cuentos breves, redondos, líricos, plagados de metáforas y proverbios populares, hablan también del cielo y el infierno, de su lucha permanente. Sin embargo, en estas historias se da fe de que tanto el bien como el mal, concilian la belleza y de que por el Istmo se pasean como simples mortales, Jesús, San Juan y el Diablo.
Muy a su manera, Víctor Cata hace que la poesía brote de la tierra, como la milpa que cada dos meses madura las mazorcas en el cuento Un tal Jesús. O que caiga del cielo como una tempestad parecida a la que arremetió en el pueblo en Centella, un cuento que narra la historia de un caballo, que cada vez que su dueño trepaba en su espinazo lo hacía sentir diablo y, contrariamente, hasta veía cerca de su cabeza el cielo. 
En el transcurrir de estas historias atestiguamos a mujeres hablando con San Miguelito y a blasfemos voceando a la luna nueva para que no se los lleve. A muxes que lo mismo bañan muñecas de palo con tierra caliente para quitarles la mugre, que a la Virgen de la Concepción. También podemos ver que las calles silenciosas recuerdan a poemas de Pancho Nacar, y que la noche es un esqueleto que infunde miedo cuando el cielo recoge su enagua de luciérnagas y apaga la luna. 
Cuentos como El Testamento son un ejemplo más de eso que necesita el mundo para seguir equilibrado. El bien debe fundirse con el mal o viceversa, como un matrimonio, porque de esta unión se alimenta el deseo, aunque no sea precisamente por seres del sexo opuesto, como relata Santo, cuento que cierra el libro. 

Texto escrito para la presentación del libro de relatos Sólo somos memoria (Praxis)