Luego del extraordinario Relato del suicida (Almadía, 2007), donde se plantean los derroteros y las órbitas filosóficas por las que transita el profesor Tadeus Jiménez con la firme convicción de quitarse la vida, Fernando Lobo (Ciudad de México, 1969) publica No lo tomes personal (Mondadori, 2008), una novela con un ritmo implacable pero con la misma carga de reflexiones filosóficas en torno al vértigo que los abismos provocan.
Justo cuando me percato que mi cuenta de yahoo ha sido desactiva sin razones aparentes, topo con No lo tomes personal y descubro el mundo, a simple vista soterrado, de los hackers. Y es que la novela arranca justo cuando Jose — descendiente de españoles refugiados en México durante el régimen franquista—, decide, luego de un desperfecto en su auto que lo obliga a detenerse en medio del tráfico de Avenida Cuauhtémoc—, que para salir de la ignominia y dejar atrás el lucrativo negocio de clonación de tarjetas de crédito con el que se ha ganado la vida desde hace no mucho tiempo, tiene que dar un gran golpe: “Un solo golpe, un golpazo, un verdadero desfalco, mucho dinero y no trabajar nunca más…” La historia transcurre lineal con breves flashbacks que nos ayudan a comprender la psicología de los personajes que, dicho sea de paso, Lobo hace que uno llegue a realmente a apreciarlos y solidarizarse con sus ideas y convicciones. Temas como la globalización, la publicidad, la tecnología cibernética, el fraude, la traición y la componenda pueblan las páginas de No lo tomes personal a una velocidad vertiginosa en la que, si bien de pronto encontramos pasajes donde el lector puede dudar de los hechos, el autor no da tiempo de reparar en ellos cuando ya está arrojando nuevas y viejas realidades que apuntalan lo narrado y, al mismo tiempo, arrojan sentencias que el sistema y la sociedad mexicana validan. Es así como vemos que la vida cómoda de la metafísica Larisa, que se desempeña como publicista, da un giro vertiginoso tras ser una de las muchas víctimas de tarjetas clonadas de Jose, Paloma y su hermano Mario, un adolescente adicto a la cocaína y los video juegos, que sabe desarmar y volver armar su pistola Mágnum en un tiempo record. Además del entrañable Jose, quien siempre viste chamarra de piel y camisa de seda, en la novela circulan Calvin Estrada, el maestro de la burbuja cibernética, el Gus, el Gólem y el Tuit, todos personajes cargados de un humor socarrón que nos llevan por nuevas vertientes del socorrido realismo sucio. En fin, No lo tomes personal nos muestra la otra cara de la moneda, esa que jamás encontraremos en los noticiarios o en los rotativos, pero que sin duda palpamos todos los días, sólo que a diferencia de otros autores que han cosechado fama en el género, Lobo nunca se queja de vivir en la Ciudad de México ni de sus habitantes, sus apuntes van más arriba.