20090525

El vampiro de la colonia Roma


y tú  ¿qué vas a hacer cuando dios se muera? 
LUIS ZAPATA

A treinta años de la publicación de El vampiro de la colonia Roma (1979) de Luis Zapata, novela que cuenta las aventuras sexuales de Adonis García —un adolescente que descubre el nada secreto pero muy discriminado mundo gay de los años setenta—, es indispensable celebrar su aparición. Además de ser un logro literario por su estructura y entonces novedosa forma de ser escrita, la novela fue un parteaguas para el ansiado reconocimiento de los derechos de la comunidad homosexual. No es casual que un año antes, en 1978, un numeroso contingente gay se haya sumado a la marcha conmemorativa del 2 de octubre, y que en el mismo año en que aparece El vampiro de la colonia Roma, se llevara a cabo la primera Marcha del Orgullo Homosexual en la Ciudad de México. No cabe duda que en ese tiempo mostrarse era un imperativo de la época y miles de voces exigían no sólo libertad sexual, sino una atmósfera, si bien no libre de prejuicios, sí con cierta tolerancia social, aun cuando la petición se hiciera desde una tribuna carnavalesca. 
Sin embargo, esta no fue la primera salida de clóset multitudinaria en México, aunque sí la primera voluntaria. Basta recordar lo que se ha escrito de aquella célebre madrugada del 17 de noviembre de 1901, en la que la policía porfirista irrumpió en una casa del Centro Histórico, donde se celebraba una fiesta en la que fueron arrestados 41 homosexuales, algunos de ellos vestidos de mujer. Ya es parte de la mitología nacional que entre los detenidos de La Gran Redada, como se le llamó, se encontraba Ignacio de la Torre, yerno del entonces presidente Porfirio Díaz, quien habría sido el detenido número 42, y que, para guardar las apariencias, fue liberado. Se dice además que los asistentes eran admiradores de escritores como Walt Whitman, Paul Verlaine, Arthur Rimbaud y, por supuesto, Oscar Wilde, cuyo famoso juicio por sodomía —iniciado el 26 de abril de 1895— seguía siendo tema de conversación en algunos círculos. Las crónicas de la época cuentan que muchos de los detenidos de La Gran Redada, al igual que el autor irlandés, pagaron su atrevimiento con trabajos forzados en prisión; los demás, al parecer depositaron dinero en la mano del largo brazo de la ley antes de que este los alcanzara. Y si mis datos no son precisos, habría que consultar a Carlos Monsiváis, que se sabe de pe a pa la historia gay de México.
Menciono lo anterior porque al emprender la lectura de El vampiro de la colonia Roma, es inevitable la correspondencia de la glamorosa fiesta que el protagonista retrata al inicio de la novela con aquella de 1901. 
“Las aventuras, desventuras y sueños de Adonis García” es un monólogo coloquial, sin puntos ni comas, y con una estructura que simula la existencia de un interlocutor que graba en siete cintas (capítulos) la historia. En la primera de ellas, el narrador, miembro de una familia disfuncional, nos detalla su infancia llena de carencias afectivas. A su madre la conoció tan poco que cuando esta muere no le provoca dolor alguno. Su padre, un refugiado español del régimen franquista, de quien dice era “a toda madre aunque tampoco hablaba mucho”, muere también antes de que él alcanzara la adolescencia. aunque su muerte sí le duele profundamente. A pesar de que tiene familiares en la provincia y un hermano mayor, que aparece aleatoriamente a lo largo de la novela, el protagonista se ve obligado a enfrentarse a la vida en solitario. Una vez sabiéndose atraído por sus “cuates bugas”, no son de extrañar la consideraciones de Adonis —provocadas por prejuicios sociales— de “que el amor es un asunto privado”. Aunque el sórdido destino que le espera se mantiene agazapado, este no tarda mucho en lanzarse sobre el narrador. Pronto Adonis tiene su primera relación sexual, con René, y no pasa mucho tiempo antes de dejarse arrastrar a mundo de homosexualidad, prostitución, alcohol, drogas, e intolerancia social, que lo llevan a dejar de creer en Dios e incluso al desorden psicológico (hipocondriasis). 
Los años setenta, la Zona Rosa, cuartuchos que renta en la colonia Roma, los Sanborns de Niza y el de Aguascalientes, son descritos como sucursales del paraíso gay, pues lo más que pueden temer los incontables hombres “de ambiente” con los que tiene sexo a cambio de dinero es contraer gonorrea o ladillas, y ambas afecciones son eliminadas con tratamientos simples: “ yo cumplo con ellos metiéndoles la verga o dejándomela meter según sus gustos”.
Al igual que los sueños recurrentes en Adonis evidencian sus preocupaciones y deseos, las referencias como la de Hilda Aguirre (Sor Ye-Ye) y Meche Carreño, recrean la atmósfera del México de aquellos años, lo cursi y la miseria potenciadas. La sociedad en una ensoñación, siempre anhelante, pero mirando de soslayo sus carencias, como evitándolas. Cabe destacar la intención del autor de enterar al lector de que el devenir del personaje encontrará un puerto seguro, la catarsis se atisba en el subconsciente de Adonis, y esta ocurre, al parecer, cuando deja la colonia Roma para irse a vivir a la Cuauhtémoc. 
Para el protagonista, al principio los excesos fueron un reducto para sobrevivir en la Ciudad de México. Con el paso de los años fue atestiguando cómo “la ciudad más cachonda del mundo” no tardó en rendirse ante el clima liberal preponderante y a la masiva fuga del clóset de miles de hombres. El mismo protagonista nos detalla los lugares donde se podía ligar: cines, baños públicos, tiendas de discos, bares, fiestas y el metro: “era como una hermandad gaya lo que era chistoso es que parecía como si se acabara de descubrir la homosexualidad ¿no? todo mundo andaba en ese rollo y veías de todo artistas famosos políticos renombrados intelectuales pintores músicos de tocho”. 
En la colonia Roma de nuestros días han cambiado muchas cosas, ahora hay más restaurantes, galerías y un montón de nuevos condominios. Sin embargo, la fauna de vampiros, arañas y travestis sigue aquí, y si no me creen, pregúntenle a Fabiruchis. 

Publicado en Replicante